Cómo un calentamiento superior a 1,5 °C podría desencadenar transformaciones planetarias irreversibles

A medida que los líderes mundiales entran en los últimos días de la COP30 en Brasil, las negociaciones se centran en cómo frenar el calentamiento, financiar la adaptación al clima y determinar lo que nos depara el futuro a medida que el planeta se encamina hacia temperaturas que superan el antiguo punto de referencia de 1,5 °C. Durante casi una década, este objetivo se ha considerado el umbral para evitar las consecuencias más catastróficas del cambio climático. Sin embargo, las evaluaciones climáticas actualizadas muestran que superar los 1,5 °C es ahora casi inevitable en la próxima década, ya que los compromisos nacionales actuales están muy por debajo de las reducciones necesarias para mantener el calentamiento dentro de límites seguros. Si los países cumplieran sus compromisos actuales, las proyecciones sugieren que las temperaturas podrían alcanzar un máximo de alrededor de 2.5 °C a finales de siglo. Ese aumento amenaza con poner en marcha cambios profundos y duraderos en los sistemas de la Tierra, muchos de los cuales se desarrollarían a lo largo de décadas y siglos y remodelarían las sociedades humanas de forma permanente.

El planeta ya se ha calentado 1,3 °C por encima de los niveles preindustriales, lo que ha contribuido a la intensificación de las tormentas, las lluvias extremas, las olas de calor prolongadas y los crecientes riesgos económicos para las regiones costeras y agrícolas. El consenso científico indica ahora que, por encima de 1,5 °C, es cada vez más probable que se produzcan bucles de retroalimentación en cascada, lo que aceleraría los daños de formas que podrían ser solo parcialmente reversibles. Estos cambios, conocidos como puntos de inflexión climáticos, ponen de relieve lo sensibles que son los sistemas terrestres a cada décima de grado de calentamiento adicional. Entre ellos se incluyen el colapso de los ecosistemas de arrecifes de coral, la desestabilización de las principales capas de hielo de Groenlandia y la Antártida occidental, y el deshielo del permafrost ártico. Comprender estos cambios es fundamental no solo para los responsables políticos, sino también para las comunidades, los investigadores y las industrias que buscan estrategias de resiliencia a largo plazo. Recursos informativos como el U.S. Geological Survey (https://www.usgs.gov), los datos climáticos de la NASA en climate.nasa.gov (https://climate.nasa.gov), y las proyecciones globales del NOAA Climate Program Office have become essential tools for tracking these accelerating changes.

Los arrecifes de coral al borde del colapso permanente

Los arrecifes de coral representan uno de los primeros y más visibles signos de la desestabilización climática. Aunque cubren una pequeña fracción del fondo oceánico, sustentan aproximadamente el 25 % de la biodiversidad marina y proporcionan alimento, ingresos y protección costera a más de 500 millones de personas. El aumento de la temperatura de los océanos ha provocado fenómenos de blanqueamiento generalizado en las últimas décadas, incluido un blanqueamiento a escala mundial en 2023-2024. Cuando los corales sufren un estrés térmico prolongado, expulsan las algas que los nutren, lo que hace que los arrecifes se vuelvan completamente blancos y los deja vulnerables a la mortalidad. Si bien un solo episodio de blanqueamiento no garantiza el colapso, las olas de calor repetidas, como las que afectan a la Gran Barrera de Coral y a los arrecifes de Florida, pueden eliminar todo un ecosistema en cuestión de años.

La acidificación de los océanos añade otra capa de estrés. A medida que los océanos absorben el dióxido de carbono procedente de la actividad humana, su pH disminuye, lo que reduce la capacidad de los corales para construir esqueletos y recuperarse de la exposición al calor. Los estudios sugieren que si las temperaturas globales superan los 2 °C, hasta el 99 % de los arrecifes de coral podrían desaparecer. El desarrollo humano, la contaminación y la degradación costera ya están agravando estas amenazas, lo que situará a casi la mitad de los arrecifes del mundo en condiciones inhabitables para 2035. Los investigadores se apresuran a preservar estos ecosistemas identificando posibles zonas de refugio, criando selectivamente especies de coral resistentes al calor y mejorando las estrategias de gestión costera. Herramientas como la Plataforma de monitoreo de arrecifes de coral del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (https://www.unep.org) apoyan los esfuerzos de conservación a nivel mundial, aunque el margen para proteger estos ecosistemas se está reduciendo rápidamente.

Desestabilización de las capas de hielo en Groenlandia y la Antártida Occidental

Las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida Occidental contienen casi dos tercios del agua dulce de la Tierra y desempeñan un papel crucial en la estabilización del nivel global del mar. A medida que el planeta se calienta, ambas capas de hielo están perdiendo masa a un ritmo acelerado. Los científicos advierten que, si las temperaturas rondan o superan los 2 °C, algunas partes de estas capas de hielo podrían entrar en un declive irreversible. A diferencia de un colapso repentino, este proceso se desarrolla a lo largo de siglos, de forma similar a la caída gradual de un imperio histórico, pero sus consecuencias moldearán las costas durante generaciones.

Groenlandia lleva ya 29 años consecutivos de pérdida neta de hielo, con fenómenos poco habituales, como lluvias en sus zonas más elevadas, que indican un calentamiento avanzado. El deshielo supera cada vez más la reposición, lo que desequilibra la capa de hielo. En la Antártida Occidental, la situación es igualmente alarmante. Un enorme glaciar, comparable en tamaño al estado de Washington, se está reduciendo rápidamente y podría romperse en las próximas décadas. Si este glaciar se derritiera por completo, el nivel del mar podría subir aproximadamente 60 centímetros. Si toda la capa de hielo de la Antártida Occidental se desintegrara, el nivel del mar podría subir unos 3,6 metros, lo que modificaría el paisaje de las ciudades costeras, los humedales y los centros económicos de todo el mundo.

Aunque el colapso total puede tardar entre cientos y más de mil años, el camino a seguir depende en gran medida de la rapidez con la que disminuyan las emisiones globales. Ralentizar el ritmo del calentamiento daría a miles de millones de residentes costeros más tiempo para adaptar las infraestructuras, proteger los humedales y gestionar las políticas de reubicación. Proyecciones detalladas disponibles a través de Portal de la NASA sobre el aumento del nivel del mar (https://sealevel.nasa.gov) subrayan lo crucial que será la próxima década para la planificación costera a largo plazo.

El deshielo del permafrost y la liberación de carbono antiguo

El permafrost, el suelo permanentemente congelado que cubre vastas extensiones del Ártico, se está calentando rápidamente a medida que las temperaturas globales se acercan al umbral de los 2 °C. Su deshielo ya está transformando los paisajes, los ecosistemas y las comunidades del norte. Cuando el permafrost se derrite, el hielo del suelo se convierte en agua y se escurre, lo que provoca la desestabilización del terreno. Los lagos pueden desaparecer en cuestión de días a medida que el agua se filtra en el suelo. Las carreteras, los edificios, las tuberías y las pistas de aterrizaje se deforman a medida que la tierra que hay debajo de ellos se hunde de forma desigual, lo que provoca emergencias en las infraestructuras de Alaska, Canadá y Siberia.

El deshielo del permafrost también tiene implicaciones globales. Durante miles de años, grandes cantidades de materia orgánica (plantas, animales y suelos ricos en carbono) han permanecido congeladas. A medida que aumentan las temperaturas, los microbios se activan, descomponen esta materia y liberan metano y dióxido de carbono. Esto desencadena un peligroso ciclo de retroalimentación: el calentamiento derrite el permafrost, liberando gases de efecto invernadero, que a su vez provocan un mayor calentamiento. La tecnología satelital y la mejora de los esfuerzos de monitoreo del Ártico permiten ahora a los científicos medir estas emisiones con mayor precisión, revelando que el proceso de deshielo está muy avanzado y contribuyendo a los gases de efecto invernadero atmosféricos en tiempo real.

La cantidad de carbono que finalmente se escapa depende de las decisiones humanas. Una rápida descarbonización, que incluya el cambio a energías eólica, solar y geotérmica, puede ralentizar la degradación del permafrost y mantener más carbono almacenado bajo tierra. Las redes internacionales de investigación y los laboratorios climáticos siguen insistiendo en que cada fracción de grado cuenta, y que cada reducción de las emisiones ayuda a preservar la estabilidad del Ártico. La colaboración continua entre instituciones científicas, gobiernos y organizaciones sigue siendo esencial para mitigar los riesgos climáticos a largo plazo.

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