El acuerdo comercial entre EE. UU. y Japón redefine el orden económico de Asia

El reciente acuerdo comercial entre Estados Unidos y Japón marca una recalibración estratégica en el comercio global, especialmente en Asia. Aunque el expresidente Trump lo calificó como “el mayor acuerdo comercial de la historia”, los economistas señalan que su verdadero peso reside en su potencial para estabilizar los mercados y reconfigurar los flujos comerciales que se vieron alterados por los aranceles introducidos anteriormente durante su administración.

Japón, la cuarta economía más grande del mundo, depende en gran medida de las exportaciones de productos electrónicos, automóviles y maquinaria industrial. El acuerdo reduce el arancel de importación estadounidense sobre los autos japoneses del 27,5 % al 15 %, otorgando a fabricantes como Toyota, Honda y Nissan una ventaja competitiva. Sin embargo, los fabricantes estadounidenses no están conformes con el hecho de que aún enfrentan un arancel del 25 % sobre las importaciones provenientes de sus cadenas de suministro en Canadá y México, una disparidad que podría influir en futuras negociaciones comerciales bilaterales.

Más allá del sector automotor, el pacto introduce previsibilidad, un componente esencial para las empresas que gestionan cadenas de suministro complejas. Al fortalecer el yen japonés frente al dólar estadounidense, el acuerdo también aumenta el poder adquisitivo de las empresas japonesas, facilitando la importación de materias primas fundamentales para la producción.

Inversión masiva japonesa y cambios sectoriales

A cambio de las concesiones arancelarias, Japón se ha comprometido a invertir 550 mil millones de dólares en la economía de EE. UU. Este capital se destinará a construir cadenas de suministro resilientes en sectores clave como la industria farmacéutica y los semiconductores, alineándose con los objetivos estadounidenses de reducir la dependencia de proveedores vulnerables.

La inversión directa de Japón probablemente generará empleos en EE. UU. y estimulará la innovación en tecnología y biomanufactura. Además, Tokio ha acordado aumentar significativamente sus compras de productos agrícolas estadounidenses, como arroz y carne de res, lo cual representa una victoria importante para los agricultores estadounidenses que enfrentan competencia global y presión sobre los precios internos.

Este arancel del 15 % ahora sirve como punto de referencia en las conversaciones que EE. UU. mantiene con otras economías clave de Asia. La delegación comercial de Corea del Sur, por ejemplo, está analizando de cerca el acuerdo con Japón mientras se prepara para sus propias negociaciones con Washington. También Filipinas y Vietnam están entablando diálogos que podrían seguir esta misma estructura, estableciendo un nuevo estándar regional.

Ramificaciones más amplias y el tablero estratégico

Aunque se había especulado con la inclusión de acuerdos en materia de defensa, los representantes japoneses aclararon que no existen disposiciones al respecto. Los aranceles sobre el acero y el aluminio, establecidos en un 50 %, se mantienen, lo que resalta el enfoque selectivo de este acuerdo comercial. Sin embargo, el pacto ejerce presión sobre otros países asiáticos para que obtengan condiciones similares antes de que cambien los términos globales.

Naciones más pequeñas como Camboya, Sri Lanka y Laos podrían tener dificultades para beneficiarse, dado su escaso poder de negociación en términos de exportaciones de alto valor o atractivo para la inversión. Sus economías, dependientes de la manufactura de bajo margen, podrían enfrentarse a una competencia aún mayor a medida que Japón fortalece su posición.

El mismo día en que se anunció el acuerdo, Japón y la Unión Europea emitieron una declaración conjunta para profundizar la cooperación y contrarrestar “la coerción económica”, un esfuerzo que busca equilibrar el poder comercial global. Aunque la UE aún no ha firmado un acuerdo comercial con EE. UU., este pacto entre EE. UU. y Japón pone énfasis adicional en la alineación estratégica entre economías democráticas.

En una visión más amplia, este acuerdo no solo recalibra los lazos económicos, sino que también marca un nuevo ritmo en la política comercial multilateral, con los principales exportadores asiáticos bajo una creciente presión para asegurar acuerdos duraderos en medio de un entorno cada vez más proteccionista e incierto.

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