Japón, Corea del Sur y otros se preparan ante la nueva ofensiva comercial de EE. UU.
Una nueva escalada arancelaria impulsada por Estados Unidos ha puesto en alerta a varios de los principales socios comerciales de Asia, generando incertidumbre sobre acuerdos de larga data y alianzas estratégicas. Entre los más afectados se encuentra Japón, cuyo primer ministro Shigeru Ishiba calificó la medida como "profundamente lamentable", reflejando el aumento de la tensión diplomática entre Tokio y Washington.
Esto sucede tras meses de negociaciones fallidas destinadas a proteger a los fabricantes de automóviles japoneses y a sectores agrícolas sensibles. A pesar de que el principal negociador comercial de Japón visitó Washington al menos siete veces desde abril, la amenaza de un arancel del 25% sobre los productos japoneses ya se ha materializado.
Un impacto que va más allá de Japón
La repercusión no se limita al país nipón. Catorce de los 23 países que recibieron cartas arancelarias de parte del presidente Trump esta semana están ubicados en Asia, desde economías potentes como Corea del Sur hasta naciones más pequeñas como Sri Lanka. La Casa Blanca ha justificado esta medida como necesaria para corregir los déficits comerciales y frenar lo que considera prácticas desleales, como el desvío de productos chinos a través de terceros países.
El viernes, el presidente fue aún más lejos al anunciar un arancel del 35% a las importaciones procedentes de Canadá, y propuso elevar a un 20% los aranceles generales para otros países. Ignorando los temores de un repunte de la inflación, defendió la medida como necesaria para reequilibrar el comercio global.
Los países afectados tienen plazo hasta el 1 de agosto para negociar acuerdos con EE. UU., pero muchos se preguntan si realmente tienen posibilidades, considerando que incluso Japón, aliado estratégico y diplomático, no ha logrado evitar los aranceles.
Más tiempo para negociar, pero con obstáculos
Aunque el nuevo plazo ofrece más tiempo, los analistas advierten que las condiciones actuales dificultan cualquier avance real. Suan Teck Kin, del United Overseas Bank, indicó que países como Malasia y Tailandia—ya atrapados en las tensiones económicas entre EE. UU. y China—están especialmente expuestos por su fuerte dependencia exportadora.
El problema se agrava con las ambigüedades técnicas en las cartas enviadas por EE. UU. Por ejemplo, no está claro si los aranceles sobre productos desviados se aplican solo a bienes terminados o también a los componentes importados. Resolver estas dudas requerirá tecnología avanzada de seguimiento de cadenas de suministro y una mejor coordinación entre autoridades aduaneras y empresas logísticas. supply chains, and stronger coordination between logistics and customs authorities.
La manufactura asiática bajo presión
Las economías asiáticas que basaron su crecimiento en la exportación manufacturera enfrentan ahora decisiones difíciles. Según el profesor Alex Capri, de la Universidad Nacional de Singapur, las consecuencias no se limitan a los países directamente afectados. Empresas multinacionales de EE. UU., Europa y China también sentirán el impacto, debido a la interconexión global de las cadenas productivas.
Vietnam, que fue el primero en alcanzar un acuerdo con EE. UU., lo hizo a un alto costo: aranceles de hasta el 40%. Lo mismo ocurre con Camboya, un país pobre que depende en gran medida de las exportaciones y que ahora negocia mientras Trump amenaza con tarifas del 35%. En cambio, Japón y Corea del Sur tienen más margen de maniobra, gracias a sus economías más fuertes y mayor peso geopolítico.
India, otro país con influencia estratégica, aún no ha recibido carta formal. Las conversaciones continúan, aunque están estancadas por desacuerdos sobre el acceso al mercado agrícola indio y las reglas de importación del país.
Una alianza en tensión: EE. UU. y Japón
Despite being one of the U.S.’s most important military and economic allies, Japan finds itself grouped with other Asian countries now facing tariffs. Economist Jesper Koll notes that Japan’s firm resistance to U.S. demands—including the refusal to purchase U.S. rice during a domestic shortage—has likely frustrated the administration.
Después del anuncio inicial de aranceles en abril, Japón declaró una emergencia económica y estableció cientos de centros de consulta para asistir a las empresas afectadas. El gobierno también se ha negado a aumentar su gasto militar y a comprar arroz estadounidense, priorizando a sus agricultores locales, incluso en medio de una escasez que ha elevado los precios.
Con elecciones para la Cámara Alta programadas este mes, es poco probable que se cierre un acuerdo antes de agosto. Según Koll, Japón solo aceptará un pacto creíble, por temor a que Trump vuelva a cambiar de postura de forma repentina.
Implicaciones más allá de Asia
El conflicto comercial no se limita al continente asiático. Esta región sigue siendo un terreno clave en la rivalidad entre Washington y Pekín. Y la imprevisibilidad de la política comercial estadounidense podría estar debilitando su influencia. El hecho de que Trump publicara las cartas de aranceles en línea, en lugar de seguir canales diplomáticos tradicionales, ha sido visto por algunos como un espectáculo político más que como una estrategia seria.
Este enfoque podría estar beneficiando indirectamente a China. Algunos analistas consideran que Pekín se presenta ahora como un socio más estable y predecible frente a la volatilidad de Washington, lo que podría resultar atractivo para naciones cansadas de la presión estadounidense.
Sin embargo, reemplazar el mercado estadounidense no será fácil, y China también enfrenta sus propios desafíos con vecinos como Japón y Vietnam. Además, tiene hasta el 13 de agosto para cerrar su propio acuerdo comercial con EE. UU.
Una guerra comercial sin ganadores claros
Con el plazo límite acercándose, muchos países se apresuran por definir una estrategia clara. Pero la gran incógnita sigue siendo: ¿quién gana realmente con esta ofensiva comercial?
El profesor David Jacks, de la Universidad Nacional de Singapur, opina que tanto EE. UU. como China están en medio de un “divorcio complicado” que llevará años resolver. “Deshacer décadas de relaciones comerciales no es sencillo y requerirá procedimientos largos, posiblemente de décadas.”
Por ahora, tanto los negociadores como los fabricantes y los consumidores están atrapados en un ciclo de incertidumbre con pocos beneficios a corto plazo y muchos riesgos a largo plazo.

